MI ESPACIO PARA DIVAGAR

martes, marzo 01, 2005

Camino a las Nubes

El clima perfecto y el paisaje paradisiaco de esta tierra nueva donde vivo me facilita recordar lo maravilloso que és estar vivo y ser capaz de percibir lo divino, inundando mis pulmones del aire claro de este mundo. Las llúvias torrenciales que súbitamente nos azotan desde hace algunas semanas, ahora recompenzan con verdor y exuberáncia natural, retornando el frescor a todo lo que el verano consumió en la inclemencia de la sequía.

Aún desconosco la forma en que el ciclo de estaciones se manifiesta por estos rincones sur californianos, así que cada cambio admosférico me asombra y me sorprende cada vez un poco más. Seis años de estancia en Nueva Inglaterra instauró en mi reloj biológico el ciclo de su clima de contrastes, y la rudeza sus inviernos mantubo mis sentidos en un estado aletargado por mucho tiempo, ahora este ambiente paradisiaco empieza a despertar sentidos antes dormidos.

En las laderas y valles que resbalan desde las sierras costeras, la paz se instaura difundiéndose en su medio celestial, y en su admósfera violacea en el atardecer luminiscente. Las nubes conglomeradas se postran sobre la cornisa de la montaña, y el cielo azul cobalto se difumina en degradaciones cromáticas en la esfera que se funde con el mar en el horizonte.

Los huertos cítricos enfilados cobijan las colinas con su manto frutal, ondulando su verdor fosforecente contrastando contra el muro azul del oceano texturizado por el ritmo de sus olas a la distancia. Las islas surgen desde el fondo brumoso de una nube plana, absorbiendo el resplandor anaranjado de la burbuja solar, que se sumerge en su guarida acuática junto con las ballenas que surcan la superficie lisa del mar.

Mientras tanto, arriba serpenteando en las carreteras sobre el monte, observo junto a mi hija el paisaje casi surrealista, y compartimos el asombro al mirar el mundo exquisito bajo nuestros ojos.

Abajo el mundo humano se refugia en las planicies que encaran las playas suaves, cubiertas de estructuras navales e hileras de muelles equidistantes. Lo irregular del paisaje natural, contrasta con lo prefabricado y artificial de los poblados y artérias que se extienden como tableros gigantes con simetría perfecta. La luz decrece, y el color se disuelve dejando el mundo en una admosfera vaporosa, extinguiéndose en la oscuridad profunda de la noche.

Cerca de las nubes sobre la montaña aspiro el aire tibio mesclado con mar, y me alegro de ser tan afortunado de vivir, entre esta línea estrecha entre la tierra y el paraiso.

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