MI ESPACIO PARA DIVAGAR

domingo, diciembre 11, 2005

La música me salva del tedio del tiempo

Siempre he pensado que la música transforma el tiempo, utilizando cada fragmento de los segundos cubriendolos de emociones atraves del sonido. El ritmo que no es otra cosa mas que el tiempo mismo, decodificado en forma de pulsaciones sonoras, a su ves transporta las harmonias y melodias reconstruyendo el sentir humano, jugando con los fragmentos de los minutos articulados.

La música usando el tiempo como vehículo y materia prima, plasma los momentos en la mente del escucha, ligando las líricas y sus componentes a estados de ánimo evocando trozos de vivéncias, creando portales en los que uno puede acceder y navegar libremente por nuestras memórias.

El hombre jamás hubiera logrado inventar la música, sin haber primero inventado el concepto del tiempo. Aunque de un modo intuitivo y viceral creamos y reproducimos sonido, ya sea atraves del canto instintivo o por el estímulo cinético que aplicamos al mundo físico que nos rodea, sin una percepción racional del espácio cronológico, el intento nunca hubiera evolucionado del mero ruido desorganizado. O bien si la sensibildad humana lograba en algun momento superar la caréncia analítica, no creo que se hubiese conseguido escribir novenas sinfonías u obtener Louis Armstrongs, ni tampoco Bob Marleys en nuestras fonotecas.

Percibir el transcurso de los segundos, minutos, y horas, es estar conscientes de nuestra existéncia y nuestra preséncia viviente en esta realidad. El hecho de contar nuestro existir partiendo y fragmentando cada instante que consciéntemente vivimos, métricamente calculando nuestro trayecto cíclico al rededor del sol, representa sabiduria y poder, pero nos ha condenado al vício de medir nuestra vida.

Sabemos cuanto nos toma recorrer de un sitio a otro, y conocemos cuanto toman los astros en cruzar el firmamento, pero tambien amárgamente entendemos que nuestra estáncia en este estado viviente y consciente es limitado, y midiendo el tiempo, tenemos la desdicha de saber que cada segundo que cae sobre nosotros es irreversible. No hay vuelta atras en esta línea implacable que se avalancha sobre los que lo percibimos, y no existe nada que la detenga.

No es posible retener los instantes transcurrentes, pero si es posible vestirlos de sonido aligerando su tajáncia y tédio, llenando cada una de sus falanges multiplicantes de la música que creamos para entretener las horas largas de nuestro viaje.

El músico es malabarista de los momentos, y con cada acorde producido el tiempo se convierte en un juguete al que podemos malear transformándolo en lo que sea que nos entretenga. Al tocar, incluso se puede alcanzar la noción ilusória de poder detenerlo por lapsos cortos, asi como la de rebobinarlo y avanzarlo a nuestro antojo mientras nos sumergimos en el ritual de ejecutarlo. Por otro lado el que únicamente escucha, percibe la existéncia de quien produce la canción, pieza percusiva, o sinfonia, y los relaciona e identifica con su realidad propia, ligando la música a eventos y estados anímicos particulares.

Las músicas de mi vida se han convertido en iconos representativos de las piezas que conforman mi historia, y cada ves que navego por mi archivo de álbumes es como viajar en el tiempo en cualquier dirección, abriendo puertas de eventos y etapas, a veces encontrando dolores dormidos, y en otras alegrias vívidas.

Con la música el tiempo se disfraza, y el tédio de estar despierto y consciente se disipa, permitiéndome revisitar momentos observando mi existir, de una manera mas plácida.